Cuando los cambios se desean con anhelo, la espera resulta eterna, cuando no quieres que éstos sucedan, aparecen como un relámpago, eso sí, supongo que estamos de acuerdo en desear que todo se confabule para que los cambios sean a mejor, si ocurriese lo contrario, no quiero ni pensarlo...
La historia de nuestra vida va ligada a los cambios que en ella se producen, laborales, económicos, profesionales, personales, interiores..., hay que luchar muchas veces para conseguirlos, hay que proponérselos en ocasiones para mejorar y hay que ir adaptándose a ellos de la mejor manera posible, sobre todo si estos cambios son decididos por personas ajenas a ti y no tienen en cuenta o pasan por alto el perjuicio que sus decisiones pueden causar en tu vida, en tu entorno, en tu profesión o “en el mundo”.
Cuando los dirigentes políticos deciden recortar el presupuesto destinado a la cultura producen un cambio que afectará negativamente a un sector que va ligado a una gran variedad de profesionales y que repercute directamente a las personas, al patrimonio, al desarrollo, al crecimiento, al futuro...
Como decía el poema de Bertolt Brecht parece que se avecinan “Malos tiempos para la lírica”. Tampoco debe sorprendernos, con la que está cayendo, pero no debe dejarnos indiferentes. En tiempos de crisis y tribulaciones la cultura no debe tener un menor peso sino un mayor grado de compromiso e implicación. Y aunque nuestros políticos y representantes institucionales van refiriéndose a nosotros con mayor frecuencia como los generadores de la identidad y el cuarto sector económico; y aunque los estudios socioeconómicos van recogiendo cifras que colocan nuestra actividad como una de las de mayor futuro y mejor inversión productiva, a la hora de los recortes presupuestarios la cultura, junto con la investigación, parecemos ser el lugar más propicio donde meter la tijera.
Una vez más pasamos a ser las artistas de la gorra. Una especie de pedigüeños a los que echar mano en celebraciones, eventos y fastos varios. Sin pensar que podemos y, de hecho, muchas veces somos la inversión productiva que genera mayor valor añadido. Ahora que ya sabemos utilizar el lenguaje de los banqueros, que de ser los mayores cantantes del mercado libre han pasado a ser los primeros receptores del dinero público, podremos permitirnos decir que recortar los presupuestos institucionales de la actividad cultural no es sino un flaco favor, no sólo a los artistas que no vivimos del aire, sino a la situación económica de la sociedad en el futuro.
¿Cómo queremos aspirar a ninguna capitalidad cultural o situarnos frente al mundo en un nuevo marco socioeconómico, sostenible y creativo, si no se mantienen las pequeñas líneas inversoras que se habían ido consolidando en los presupuestos? ¿Qué espacio nos queda si a lo poco con lo que se contaba se le quita un 30%? ¿Es social, política, económica y culturalmente competente abocar a un sector en ciernes, generador de una creciente riqueza estructural y material, a su desmantelamiento y desaparición?
Los tiempos de crisis son necesariamente tiempos de reflexión, un espacio temporal en el que las personas o las sociedades nos acabamos enfocando hacia nuevas perspectivas. Es por ello que el consumo cultural aumenta en periodos de aflicción. Por todo ello es el momento de que las instituciones hagan una mayor, y no una menor, apuesta por la cultura porque, parafraseando el poema de Gabriel Celaya, somos “un arma cargada de futuro”.
Manifiesto leído en la Concentración 12 de noviembre de 2009 en Zaragoza, contra el recorte presupuestario a la CULTURA en los presupuestos generales del Ayuntamiento de Zaragoza y Gobierno de Aragón.
CAMBIOS
Óleo sobre lienzo
40 x 40 cm
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